Tácticas de guerra sucia para una investidura sin pueblo
Las mentiras de los medios significan algo. Por ejemplo, que no las tienen todas consigo para justificar la Gran Coalición. Se esfuerzan. Convencerán a algunos. Otros, nos indignamos cada vez más.
Algunos llevamos al menos cuatro meses planteando que el sistema tiene un plan. Esto no significa que le salgan las cuentas -nunca se puede planificar todo- pero que lo van a intentar es seguro. Y en ello están. El plan, cuyo objetivo es una gran coalición entre el PSOE y el PP más las muletas que se presten, pasaba, en primer lugar, por presentar un empeoramiento de las condiciones políticas,sociales y económicas de España. Ese situación de “emergencia” justificaría, por el bien de España, que todos los partidos hicieran “lo que demanda la ciudadanía”, dejaran de lado “las ideologías partidistas” y antepusieran a España por encima de cualquier interés personal.
El primer paso era un gobierno independentista en Cataluña. He de reconocer que cuando las CUP votaron en contra de Artur Mas pensé que este país había dado un salto de gigante y se le paraban los pies a los poderosos a la primera de cambio. La alegría duró poco, y finalmente los independentistas de izquierda terminaron dando su apoyo a los independentistas de derechas, concluyendo que cuando lo nacional entra en el campo gravitatorio de las ideologías pesa más que la lucha de clases. Ya había un gobierno que iba “a romper España” y la primera parte del chantaje político estaba servida. La segunda tenía que venir por un empeoramiento económico, algo fácil de construir. No olvidemos que gente como Luis de Guindos viene de ser uno de los máximos responsables de Lehman Brothers en Europa. Una llamada tuya bastará para condenarme. La otra cara es el miedo: si hay un cambio de políticas, todo irá a peor. La famosa retórica de la reacción que invita a dejar las cosas en su sitio.
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